Wim Sibon, director técnico de ventas de Fluke Corporation, explica el papel vital que desempeñarán cada vez más las herramientas de calibración, para garantizar la calidad y seguridad de los alimentos a escala realmente mundial.
A menudo se abusa de la palabra «crisis», pero cuando se trata de alimentar a la creciente población mundial, es innegable que existe un gran problema.
Disponer de alimentos suficientes para alimentar al mundo es una cuestión de gran relevancia, por supuesto, pero igual de importante es la calidad y seguridad de esos alimentos.
La Organización Mundial de la Salud, OMS ha calculado que alrededor de 600 millones de personas en todo el mundo -el equivalente a casi el 10%- sufren algún tipo de enfermedad de origen alimentario. Aún más preocupante es el dato de que cada año mueren cerca de 420.000 personas a causa de alimentos insalubres, de las cuales aproximadamente 125.000 son niños. Si la tragedia humana es enorme, el despilfarro económico también es estremecedor, con cerca de 110.000 millones de dólares perdidos por gastos médicos evitables y bajos niveles de productividad debidos a la proliferación de alimentos cuyo consumo no es seguro.
Nuevas presiones significativas
Salvar vidas y minimizar las enfermedades es absolutamente primordial, y tratar de alcanzar estos objetivos ha supuesto nuevas e importantes presiones para la industria alimentaria de todo el mundo. Ahora existe una demanda imparable para implantar sistemas sólidos, que no solo garanticen que los alimentos cumplen las normas de seguridad y calidad exigidas, sino también que se tenga acceso a datos registrados con precisión, capaces de proporcionar una trazabilidad indiscutible y completamente fiable.
En primer lugar, hay que analizar por qué es necesario vigilar y controlar continuamente la calidad de los alimentos, qué puede fallar y cómo pueden contribuir los instrumentos de medida a resolver el problema.
Para empezar, es importante medir no solo la masa y el volumen de los alimentos, sino también la temperatura, la presión y la humedad en relación con su producción y almacenamiento. La calidad de los alimentos puede disminuir rápidamente si no se respetan las normas que rigen su tratamiento. Si no se controla la humedad, por ejemplo, la aparición de moho en los productos secos puede convertirse en un problema que acortará su caducidad. Productos básicos como el grano y el trigo pueden quedar en mal estado por un exceso de humedad.
Del mismo modo, si la presión en los tanques de almacenamiento supera los niveles requeridos, la contaminación microbiológica puede causar verdaderos problemas durante el proceso de homogeneización de diversos productos alimenticios (crítico para el enlatado de alimentos). Del mismo modo, el sabor de los refrescos, la leche, la cerveza u otras aplicaciones de embotellado puede verse comprometido por una presión demasiado alta o baja.